lunes, 2 de julio de 2007

Los nervios invaden todo mi cuerpo, me cuesta respirar con normalidad y mi boca está seca como el desierto.
Ya queda poco, apenas unos segundos, pero parecen horas. Todo está oscuro mientras una alegre canción suena. Este momento, este instante queda grabado en mi mente para la eternidad.
De repente la música se detiene y la oscuridad desaparece. Todo esta en silencio, todos me esperan a mí.
Dejo de ser yo para convertirme en ella. Cojo aire y dejo que ella me guie.
Salgo. Me siento llena de fuerzas, como ella.
Empiezo a hablar, lo que antes eran simples palabras escritas se transforman en sentimientos: odio, cariño, reproches.
Mi compañero de ensayos se convierte en mi hermano. Le grito, empujo, y acaricio. Pero aún nos encontramos en la mirada del otro.
Nuestros pasados desaparecen, para convertirse en sus pasados. Un año se transforma en una vida.
El escenario se transforma en una habitación, una silla en una cómoda. La luz de un foco en la luz del sol.
Nada es lo que parece, pero todo es real.
Ya me acerco a mis últimas frases, mientras me acerco a la salida, me alejo de él. Y, por fin, digo mi última frase, salgo. Vuelvo a ser yo. La oscuridad vuelve a aparecer y la música vuelve a sonar mientras todos aplauden. Aplausos que marcan mi sueño cumplido.
Vuelvo a salir, pero ahora soy yo. Ya no hay una cuarta pared y puedo ver la cara del público. Todos están de pie. Apenas puedo contener las lágrimas cuando los veo, cuando la veo. Disfruto mi momento y nadie me lo puede impedir.


No creo que haga falta decir nada más, salvo dar las gracias por esos aplausos. Sobre todo por los aplausos de la tercera fila (si no me equivoco).
GRACIAS.
Freedom.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De nada, cielo, siempre será un placer.

Gracias a ti,

a dreamer.

Pd: Y si hace falta grito otra vez al final de la obra.